Nuestro bebé llora, nos inclinamos a cogerlo y escuchamos una voz que nos dice: "no lo cojas mucho en brazos que se acostumbra". ¿A cuántas mamás o papás de los que están leyendo esto les es familiar esta escena?
Es una creencia instaurada en nuestra cultura el pensar que el contacto piel con piel habitual de la madre, si es en respuesta a los lloros del bebé, esta reñido con un buen desarrollo de la independencia del niño. Nos transmiten la idea de que meciéndolo en nuestros brazos cuando llora, llorará y llorará sin fin hasta que consiga lo que quiere, incluso lo seguirá haciendo de esta manera durante el resto de su vida. Afortunadamente, estas ideas están dejando paso a otras mucho más realistas y beneficiosas para el desarrollo emocional y físico de nuestro niño.
Cuando un bebé nace pasa de el único entorno que conoce, el útero, un lugar tranquilo, acuoso, oscuro, donde está en continuo movimiento (continuamente mecido), a un entorno desconocido e inquietante, con mucha luz, muchos estímulos sensoriales desconocidos, tiene que aprender como adaptarse. Entra dentro de la lógica pensar que este cambio le supone un nivel de estrés importante. A esto debemos sumar que los bebés procesan la información por canales sensoriales y emocionales, todavía no son capaces de racionalizar lo que ocurre, ni poner nombre a las cosas. No podrán hacerlo de manera correcta hasta los 3 años, y todavía después queda un largo camino para que pueda desarrollar completamente todas las capacidades cognitivas.
Si tu bebé llora es porque necesita algo: tiene hambre, está incómodo porque hay que cambiarle el pañal, tiene cólicos, tiene frio,... o necesita contacto. Hay que atender su llamada como con cualquier otra necesidad. Gracias a los abrazos y los besos que le damos interpreta que está seguro, que alguien más poderoso y que le quiere le protegerá de cualquier peligro que pueda acontecer, que hay alguien dispuesto a cubrir cualquier necesidad vital que tenga. Aquí están los cimientos del apego tan necesario y de un desarrollo emocional y de autoestima futuro.
Pero además hay algunas investigaciones que van esta línea y la apoyan. Lo que conseguimos cuando cogemos al bebé en brazos es estimular sus sentidos: el olfato, el tacto, el gusto, incluso el oido. Escucha latidos del corazón de alguien muy conocido, su madre, lo que le da tranquilidad, su voz al hablarle o cantarle. Desde que nace el primer olor que registra es el olor corporal de su madre, su temperatura, su tacto. Todo ello hace que sea más fácil que se sienta protegido y seguro. Regulamos su sistema nervioso. Las experiencias positivas en la infancia están relacionadas con mayores conexiones neuronales. El que el bebé se sienta seguro y querido hace que se enfrente al mundo de una manera más tranquila, sin estrés, y así pueden asimilar toda la información que tienen disponible en su entorno.
Si hacemos caso a los consejos que nos dan ciertas personas y le dejamos llorar y llorar ¿qué ocurre?. En ese caso el bebé llegará un momento que deje de llorar y llorará menos, efectivamente, pedirá menos ayuda, total, nadie va a responder a esa llamada de auxilio. La mayoría de los bebés que se encuentran en este caso tienen que aprender a calmarse por si solos, a defenderse solos de las posibles amenazas. Pero lo harán sin haber tenido la oportunidad de estrechar lazos con las personas que le quieren y cuidan, se perderán oportunidades de desarrollar los sentidos, de oler a su madre, de conocer su tacto. Será más difícil obtener el apego deseado, y nos perderemos oportunidades de tenerlo tan cerca. Y es probable que grabe en su memoria un patrón en el que, si alguna vez siente alguna amenaza, piense que esta sólo ante ella, responda con hiperatención y ansiedad, que es lo que ha aprendido.
Podemos además estar tranquilos ya que no es una conducta adictiva. Tengamos en cuenta que esta necesidad de contacto evolutivamente termina por pasar, llega un momento en el que ya no lo solicitará a no ser que tenga miedo, necesite protección, esté triste... Llega una etapa en la que lo que querrá es correr, explorar, interactuar con otros,...
Y si todo esto no termina de convenceros, os enumero otros beneficios que encontramos en el contacto madre/padre hijo:
- favorece la lactancia materna,
- favorece la expulsión de gases y con ello la disminución de los cólicos,
- se les estimula la atención, miran desde otro punto de vista tienen más estímulos a su alcance,
- favorece el desarrollo correcto de las caderas, ayudando a evitar displasias,
- ayuda a evitar la plagiocefalia (alteración en la formación del cráneo por estar mucho tiempo "aplastada" contra una superficie),
- les ayuda a dormir,
- engordan más y
- lloran menos.
Son muchas las ventajas de responder a su demanda de cariño. Así que mi consejo es que justamente ese, calmarlo, acariciarlo. Podemos aprovechar los masajes que le damos a lo largo del día para estrechar lazos con él y decirle todo lo que le queremos de la mejor manera que él entiende. Acerquémonos a la cuna cada vez que llore, toquémosle suavemente, que sepa que estamos atentos a lo que le pasa y que puede dormir tranquilo. Y no nos preocupemos por malcriarle, si le cogemos en brazos y se calma es muy buena señal.
Más adelante hablaremos a partir de que momento ese llanto comienza a tener otras funciones y como actuar.